No es solo fuerte su carga fonética, sino también la carga que conlleva tener una etiqueta en la frente que te describa como uno.
Hombre integro; Bueno en la sala y en la cama, conocedor de vinos tanto como juguetes sexuales conocido por su habilidades orales (libre interpretación).
Maximiliano lloro, pataleo, se acostó con el no una, ni dos, ni tres si no infinitas veces que el móvil titilaba en rojo y la promesa perdurará "te amo y nadie te podrá follar como yo". Misionero no estaba en la consideración, el Kamasutra en el era la premisa del momento, hoteles cercanos a su residencia servían de punto de encuentro, intercambió de fluidos y de lágrimas, sentimientos que se escondían bajo excusas a el nuevo chico de turno que juraba que su "novio" esta haciendo ejercicios, sin saber que era la lengua de Maximiliano que ejercitaba con aquel miembro erecto.
Cuando el dichoso "amor" se nos mete en las entrañas y en las venas, las posibilidades de cordura y lucidez desaparecen, le atribuimos actitudes y pensamientos a un órgano que lo que sabe hacer es bombear sangre con la finalidad de excusar nuestras actitudes que nuestro cerebro ya reconoció como incorrectas pero el supuesto corazón grito "ES POR AMOR" ¿Por amor? ¿Por amor debo justificar mi sufrimiento y tanta deslealtad? Maximiliano se dio cuanta que los dos millones que gastaba pagando de gimnasio para que el lo viera hermoso, podían reducirse a 500 e igualmente lucir como quería, el comprendió que habían millones de hombres afuera que rogaban por un décimo de su atención cuando el se le entregaba completo a uno solo con una etiqueta en la frente; Cabrón.
